A las plantas las endereza el cultivo;
a los hombres, la educación.
Jean J. Barthélemy
La influencia de un maestro va más allá de las cuatro paredes del salón, traspasa las fronteras del tiempo y se queda grabado en la memoria del alumno. Así como Pitágoras lo expresó sabiamente en algún momento “Educa a los niños de hoy para no castigar a los hombres del mañana” y bajo ese precepto fluye este ensayo.
Cuando un maestro enseña no debe considerar la cátedra como una simple transmisión de información, que pareciera llenar una botella con agua, al contrario el maestro debe ser un orientador y un formador que guíe al alumno para que sea una mejor persona capaz de emplear los conocimientos adquiridos en clases.
Un maestro a lo largo de su proceso de formación debe aprender los contenidos que ha de enseñar y también ha de adquirir las destrezas metodológicas y fundamentos teóricos que le permitan transmitir esos conocimientos de la mejor manera en función de los diversos factores que influyan en el proceso de enseñanza-aprendizaje en cada momento y situación en específico.
Pero el proceso de formación académica no debe implicar únicamente los contenidos del curso, sino la formación integral y enseñanza de vida que aprender con cada lección. Los valores que permiten una mejor convivencia de la sociedad, enseñar con el ejemplo y con la palabra lo que es el respeto, la tolerancia y la honestidad.
Debido a esto, los maestros se consideran la piedra angular del proceso educativo ya que la sociedad deposita en ellos la confianza y les asigna la responsabilidad de favorecer los aprendizajes y de promover el logro en ciertos aspectos humanos de los alumnos al final de un curso o ciclo escolar. Los maestros son conscientes de que no bastan los conocimientos metodológicos y teóricos para realizar el encargo social.
Hay un sinnúmero de ejes transversales que se unifican en cada clase, educar con valor nos permite forjar en la mente de los estudiantes la integridad como personas para su bien hacer del futuro.
Mediante la educación la sociedad mexicana brinda a todos los habitantes de este país oportunidades formales para adquirir y desarrollar los conocimientos, habilidades, los valores y las competencias básicas para seguir aprendiendo a lo largo de su vida; para enfrentar los retos que impone una sociedad en permanente evolución, y para desempeñarse de manera activa y responsable como miembros de su comunidad y ciudadanos de México y el mundo.